miércoles, 13 de mayo de 2009

Una receta para hacer diagnósticos

Escrito originalmente por: Alberto Lifshitz

Por años, la habilidad de habilidad de hacer diagnósticos se ha venido adquiriendo por los clínicos de manera inadvertida, casi automática, con base exclusivamente en la experiencia y sin una clara conciencia de los mecanismos psicológicos que utilizan. Esto ha hecho particularmente difícil la enseñanza de la medicina clínica, la cual se ha limitado a repletar a los alumnos de información sobre las diversas manifestaciones de las enfermedades y no ha abordado la didáctica del pensamiento diagnóstico, confesando así su profunda ignorancia en torno a la actividad que le es más característica, la cual es hacer diagnósticos.

Y es que el problema es ciertamente complejo. Los alumnos exigen, más que una erudita descripción de los complicados caminos por los que transita la mente del clínico para llegar a un diagnóstico, una fórmula práctica que sirva de guía al principiante.

Cualquier intento de esto es, por necesidad, superficial y frívolo, puesto que es imposible aceptar que un proceso tan complejo pueda expresarse con instrucciones simples; aún el intento parece un sacrilegio. Asumiendo los riesgos y aceptando las críticas, se proponen aquí los resultados de un ejercicio en el que, a manera de divertimiento, se expresan los pasos elementales del proceso diagnóstico como “receta de cocina”, en respuesta a algunas de estas expectativas.

INGREDIENTES:

UN PACIENTE: El resultado es mejor si es culto e inteligente y si sus conocimientos de medicina son intermedios, pues cuando son muchos, desorienta con sus propios diagnósticos. En general no es posible escogerlo, sino que tiene que aceptarse el que llegue.

INSTRUMENTOS DE LA ATENCIÓN MÉDICA: Habitualmente basta con los más elementales.

OPCIONAL: Parientes y amigos del enfermo. A veces ayudan, pero la mayoría de las veces estorban. Si el enfermo es capaz de proporcionar la información es preferible prescindir de sus parientes y amigos.

MODO DE HACERSE:

  • Tómese al enfermo e interróguese.
  • Identifíquense muy bien los síntomas.
  • Deséchense los intrascendentes.
  • Jerarquícense los síntomas restantes.
  • Agrúpense por sus relaciones.
  • Guárdense estos datos temporalmente en la memoria; tenga cuidado que, entre tanto, no se revuelvan o se sedimenten.
  • En seguida explórese al enfermo; asegúrese que esta exploración sea completa.
  • Identifíquense las anormalidades a la exploración.
  • Jerarquícense estos signos, deséchense los intrascendentes y agrúpense según sus relaciones naturales.
  • Compárense estos datos con las descripciones de los síndromes o enfermedades que usted conozca, o busque en la literatura estas analogías.
  • Elabórense hipótesis diagnósticas basadas en estas analogías.
  • Ordénense las hipótesis jerárquicamente de acuerdo con su probabilidad.
  • Selecciónense los métodos complementarios para corroborar o refutar las hipótesis, de acuerdo con su sensibilidad, especificidad y accesibilidad.
  • Analícense los resultados.
  • Analícense las hipótesis y selecciónese la más probable.
  • Refútense una tras otra las hipótesis alternativas.
  • Explíquense los síntomas y signos del enfermo en función del diagnóstico que se realizó. Tómese en cuenta que muchos enfermos tienen más de una enfermedad simultáneamente, y que otros las expresan de manera incompleta, sólo con algunos de sus síntomas y signos.

Si no puede usted explicar los síntomas y signos del enfermo conviene que se libere de prejuicios y vuelva a empezar. Si no quiere usted volver a hacerlo o simplemente no está de acuerdo con el procedimiento que se acaba de describir, le quedan a usted los siguientes recursos:

  1. Quítele los síntomas al enfermo y olvídese del diagnóstico.
  2. Solicite interconsultas según los síntomas predominantes, o derive al paciente a otro nivel o a otro servicio.
  3. Échele la culpa al paciente y regáñelo; puede usted invocar al cigarro, al alcohol y otros excesos o defectos.
  4. Dígale al paciente: – Desde el punto de vista de mi especialidad, está usted completamente sano.
  5. Sugiérale que se haga un “chequeo” en el extranjero.
  6. Invente alguna enfermedad o algún síndrome nuevo que se ajuste precisamente a lo que el paciente tiene. Esto tiene la ventaja adicional de que puede publicarse y tiene valor curricular. Además, el síndrome o la enfermedad nuevos pueden llevar el nombre de usted para siempre.
  7. Califíquelo como “idiopático”, o “criptogenético”, “primario” o “esencial”.
  8. Atribúyalo todo a un origen psicológico; lo puede llamar funcional, histérico, conversivo, nervioso, psicosomático, facticio, ficticio o simulado, y le puede prescribir diazepam o algún otro fármaco más elegante.
  9. Prescríbale vitaminas (inyectables son mejores).
  10. Quéjese de la falta de cooperación del enfermo y córralo de su consulta.

Ah… lo de las vitaminas, tan gracioso y tan cierto.

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