domingo, 16 de agosto de 2009

La última deprimente

Esta es la última entrada deprimente sobre el problema con mi papá. Es un mail que le escribí a mi abuelo (en realidad es mi tío, hermano de mi papá) que es como el psicólogo que siempre da buenos consejos gratuitamente y a quien todo mundo respeta:
Sé que no debería abrumarlo con mis traumas, como todo el mundo lo hace, pero como no tengo a nadie más con quien hablar sobre esto por eso lo hago.

Estos días me he sentido terriblemente mal, terriblemente mal. Estoy sumamente estresado, no puedo dormir, no puedo estudiar por estar pensando en lo poco hombre que es mi papá.

Me dijo que olvidara lo que había pasado en la visita que le hicimos mi mamá y yo, pero simplemente no puedo hacerlo. Ella me dice que todo está bien, que podemos sobrevivir sin el dinero que nos daba pero no puedo dejar de pensar en lo a gusto que se ha de sentir él al pasarnos parte de su carga, espero ahora esté más relajado ya que pudo descargar sus problemas en nosotros que no le hicimos nada para que nos tratara así, principalmente a ella.

Cuando era más joven usted me dijo que mi papá había pasado por un periodo de confusión cuando yo estaba pequeño y que por eso no le importaba un comino, pero volviéndolo a pensar, creo que está pasando ahora lo mismo. No fue un periodo de confusión, simplemente le valió madre, como ahora. Nunca le ha importado un comino si estoy bien o no, nunca ha llamado a mi mamá para saber cómo estamos, en toda mi vida.

Cuando estaba en secundaria, mi mamá empezó a tener un novio, yo no lo soportaba porque estaba celoso. Aún así me trataba de enseñar cosas, me enseñó a hacer muebles para la casa, me ayudaba en mis tareas, estaba ahí cuando lo necesitaba, me regaño cuando no aprobé una materia, aún cuando mi mamá no se lo pidiera, él mismo depositaba dinero en su cuenta porque sabía que no podíamos pagar la comida que mi papá ni siquiera se imaginaba. Y sin necesidad de hacerlo, lo hacía, sin estar casado con ella, lo hacía. Hoy sigue hablándonos para saber como estamos, y nos da lo que necesitamos sin pedírselo, sin siquiera insinuárselo.

Ahí está la figura paterna que usted creía que no tuve.

Una vez le comenté a mi papá de la existencia del novio de mi mamá, le dije que era una buena persona. Sólo me preguntó que qué era lo que lo hacía buena persona. No tuve palabras para responderle, era un niño. Ahora le diría que al novio de mi mamá LE IMPORTABA, no como a él, un maricón al que se le tiene que rogar para que pague a medias la inscripción de la universidad, un poco hombre que piensa que mi mamá es una de sus putas o su esposa a quienes trata como se le da su gana.

Dos sábados después de la visita volví a ir a la oficina, mi papá me dijo que lo saludara y le di los buenos días. Me hizo que lo acompañara a sus negocios, como queriendo enseñarme lo que hacía, como tratando de ser un buen padre, como tratando de hacerme creer que lo que le dijo a mi mamá nunca hubiera pasado. Al final del día me dio 100 pesos, según él para gasolina. ¿Usted le dijo que lo hiciera verdad? Me lo imaginaba. Verá, algo que aprendí del novio de mi mamá, es que las cosas no se dan si no se sienten, las cosas no se dan por obligación. Yo le he regalado cosas a mi papá porque sentía que lo quería, no por obligación ni para que me diera nada. Ahora no lo quiero ni saludar, porque en este momento lo odio. Que se guarde sus 100 pesos, que no me los de porque usted se lo sugirió, que me los de cuando de verdad le importe.

Tal vez usted se pregunte por qué le explico todo esto. Es porque cuando hablé con usted, usted parecía estar justificando a mi papá con la misma cantaleta de que así son los hombres que me ha estado diciendo desde que lo conocí. No abuelo, así no son los hombres, así es mi papá.

Un hombre no hace llorar a una mujer para desquitarse de cómo lo trata la vida, un hombre no trata de sacar ventajas de su hijo para pagar lo mínimo que pueda, un hombre no engaña a su mujer, un hombre no amenaza a una mujer. Mucho menos a una mujer que aceptó todas las responsabilidades que le correspondían a él sin quejarse. ¿Es ese el ejemplo paterno que usted tanto dice que me faltó? Pues entonces agradezco al cielo que mi mamá no aceptó irse con él a Monterrey cuando él se lo pidió.

Por eso no lo justifique, él está mal, así de simple. No todos los hombres somos iguales abuelo, hay buenos, malos, estúpidos, inteligentes, maricones, sabios, imbéciles. Se podrá imaginar en cuál de estos me imagino a mi padre.

Por cierto, tampoco las mujeres son iguales, hay tontas, inteligentes, feas, hermosas. No todas son como las que usted conoce, que les gusta que las traten con la punta del pie con tal de que las sigan manteniendo. Mi mamá no es así, así que sáquese de la cabeza que quiere estar con mi papá y que por eso llora cuando lo ve. Al decir eso echa a la basura todo lo que hemos vivido mi mamá y yo para poder seguir adelante, nos ofende.

Mi mamá no llora por estupideces amorosas que la gente se inventa. Llora porque la tratan de la chingada aunque se ha esforzado tanto en toda su vida, por eso llora.

Con esto me despido abuelo, gracias por leer todo.

Hasta luego.

Y ya, con eso se acaba este tema, es muy liberador decir las cosas como son.

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